El factor belleza

Sobre el estudio de la percepción del atractivo facial

La investigación científica de la belleza, o si se quiere, de cómo el cerebro humano la percibe e interpreta, dista mucho de haber llegado a ninguna conclusión. Pero uno de los investigadores más tenaces en este campo es David Parrett, director del Perception Laboratory de la University of St Andrews (Escocia). Mediante la manipulación digital de imágenes (Parrett es el autor de la famosa conversión gradual del rostro de Margaret Thatcher en el de John Major) y tras realizar numerosos experimentos de percepción con voluntarios, Parrett se ha convertido en una autoridad en el estudio de las claves del atractivo facial, la asimetría perceptiva, la anticipación del envejecimiento facial y otros temas que caminan sobre el doble filo de la belleza y la percepción visual. Sus artículos en Nature han tenido amplio eco mediático; unas veces, llevando la contraria al sentido común y, otras, corroborándolo, pero siempre tocando cuestiones tan apasionantes como qué es lo que le da el género a una cara, la alteración de la percepción de las caras en los alcohólicos, los cambios en las preferencias del rostro con el ciclo menstrual, la relación entre el rostro ideal y el de los propios padres o, por resumir, qué es el enigmático factor belleza. Una de las cosas que insinúan los experimentos de Parrett es que las caras de los propios padres naturales o adoptivos configuran las características básicas del rostro ideal. Esto vendría a dar una pizca de razón a Freud a la vez que explicaría esa extraña impresión que se tiene cuando se trata de buscar parecido a la cara de un hijo con la del padre o la madre y se percata entonces uno de que no sólo se parece a ambos sino que, sorprendentemente, son los padres los que se parecen entre sí.

Quien quiera jugar y sorprenderse con las transformaciones del rostro, incluso del propio, puede visitar el Perception Laboratory’s Face Transformer. Y si alguien quiere participar en los experimentos de Parrett tendrá que contestar a cuestiones sobre: a) el propio atractivo personal; b) la pareja ideal: edad preferida, rango de edades aceptables, sexo, atractivo facial, masculinidad/feminidad de la cara; c) la madre: edad, apariencia en la infancia, implicación en la educación…; d) el padre; e) la pareja actual: duración de la relación, grado de felicidad, compromiso de la relación, edad de la pareja, atractivo de su cara…, y f de finalmente) elegir entre una larga lista de parejas de rostros los que resultan más atractivos. Por cierto, la cara de Perrett es la única del personal de su laboratorio que no aparece por ningún lado. Pero quien tenga curiosidad puede verlo en internet cuando recibió el premio Golden Brain de la Minerva Foundation. La imagen de Perrett en camiseta sin mangas entre tanto insigne y trajeado científico permite constatar que el hábito no hace al monje ni al científico. En cuanto a la cara, ese es ya otro cantar, pues como sugiere Perrett contiene claves hasta para hacer juicios sociales de una persona.


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