Sobre la necesidad de divulgar y hacer balance de la Década del Cerebro
[divider_flat]El 17 de julio de 1990 el entonces presidente de EE.UU. George Bush proclamó oficialmente lo que se dio en llamar “La Década del Cerebro: 1990-2000” para “aumentar el conocimiento público de los beneficios derivados de la investigación sobre el cerebro”. Esta iniciativa, patrocinada por la Biblioteca del Congreso y el Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) de EE UU, es en cierto sentido un megaproyecto comparable al del Genoma Humano, aunque sin tener un objetivo tan definido. El proyecto tiene su propio sitio web en internet con el nombre de Project on the Decade of the Brain, pero la información que contiene este sitio (discurso de proclamación, actividades desarrolladas, publicaciones y enlaces) no responde suficientemente a las expectativas suscitadas ni da cuenta ni resumen de lo mucho que se ha investigado sobre la inteligencia, las emociones, la memoria, la conciencia y las enfermedades del cerebro y la mente (en estos últimos 10 años hay recogidas en MedLine más de un cuarto de millón de referencias bibliográficas sobre el cerebro). Sin embargo, a estas alturas de la década parece conveniente ir haciendo balance de los progresos científicos y, lo que es más importante y que está recogido en la proclamación presidencial,divulgar este conocimiento a la sociedad.
Como se comentaba en esta sección la semana pasada, algunos libros notables ya se han encargado de divulgar una visión científica de las emociones. El best seller de Daniel Goleman (La inteligencia emocional) es quizá el más famoso, pero ha habido realmente una avalancha de títulos en todo el mundo con pretensiones divulgativas o especulativas de más o menos nivel acerca de los nuevos conocimientos de la neurociencia. Algunos de los científicos más renombrados, recuérdese por ejemplo el caso de Roger Penrose, escribieron libros de gran impacto intelectual. Y hubo incluso quien se atrevió con un tema como el de La búsqueda científica del alma. Una revolucionario hipótesis para el siglo XXI (Debate), aunque el título en castellano nada tiene que ver con el original The Astonishing Hypothesis del premio nobel Francis Crick.
Pero sin duda dos de los libros fundamentales, escritos a mitad de la década, son El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano de Antonio R. Damasio (publicado en 1994 y traducido al castellano en 1996 por Crítica) y El cerebro emocional. Los misteriosos cimientos de la vida emocional, de Joseph LeDoux.
Ahora, algunos de los neurocientíficos más relevantes, entre ellos el propio LeDoux, están participando en una reunión sobre Emoción y Conocimiento. La evolución del cerebro y la inteligencia, organizada por el Museo de la Ciencia de la Fundación la Caixa, lo que convierte a Barcelona por tres días (30 de septiembre, 1 y 2 de octubre) en la capital mundial de la neurociencia. Los ponentes son una docena de entre los más insignes neurocientíficos y el auditorio lo forman unos 360 investigadores. Los temas de discusión abarcan la evolución del cerebro y de la inteligencia; la representación de la experiencia en el cerebro: aprendizaje y memoria; la emoción y la inteligencia, y la neurobiología de la consciencia. A primera vista se trata de una reunión de superespecialistas en el cerebro, una más de las que han debido de celebrarse en los últimos años. Pero es en este tipo de foros, por su alta concentración de materia gris experta en el cerebro, donde debería irse haciendo el necesario balance de la década. Que la organización de esta reunión corra a cargo de un museo y además español es sin duda una buena noticia, que dice mucho a favor de sus intenciones. Ahora lo que hace falta es que de aquí salga un buen destilado para “aumentar el conocimiento público”.
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