Sobre las imágenes que resumen el progreso científico
[divider_flat] La artista británica Odile Crick, fallecida a los 86 años en julio de 2007, será recordada como autora de un sencillo boceto en blanco y negro, que además no salió de su imaginación. Corría el año 1953, y su marido junto con un compañero de trabajo recurrieron a ella porque necesitaban con urgencia un dibujo para una revista científica. Odile realizó el boceto original de la estructura de doble hélice del ADN siguiendo las instrucciones de los dos científicos, Francis Crick y James Watson, basadas en los análisis matemáticos de imágenes obtenidas con cristalografía de rayos X. “Francis no era capaz de dibujar y yo tampoco, y necesitábamos algo con mucha prisa”, ha recordado Watson. La historia del descubrimiento de la doble hélice es bien conocida, pero no tanto la intrahistoria de este apresurado boceto publicado en el número del 25 de abril de 1953 de Nature y que ha sido reproducido hasta la saciedad. A pesar de que el esquema no estaba completo porque no representaba la situación de todos los átomos, su valor científico se ha visto sobrepasado con creces por su valor como icono de la moderna biología molecular y, quizá, de todo un siglo marcado por el predominio de la ciencia y la tecnología. La imagen del hongo nuclear o el dibujo de un átomo, con los electrones girando alrededor del núcleo (una imagen incorrecta porque los electrones envuelven el núcleo como una nube más que como satélites en sus órbitas), son otros dos buenos iconos científicos del siglo XX. Y hay más, sin duda, pero la doble hélice dibujada por Odile será para siempre la imagen icónica de la aventura científica para conocer las bases biológicas de la evolución y de la vida misma.
La doble hélice es, con todo, el símbolo de un tiempo ya pasado. Al contemplar ahora en la pantalla del ordenador el dibujo de Odile Crick, en el pdf (Molecular Structure of Nucleic Acids: A Structure for Deoxyribose Nucleic Acid) que reproduce la página impresa en Nature, se tiene la sensación de estar ante una imagen de otra época. Es la misma sensación que se tiene al mirar la foto en blanco y negro de dos jovencísimos Watson y Crick, posando junto a su gigantesco mecano tridimensional de la estructura del ADN. Ha pasado más de medio siglo y su hallazgo ha abierto las puertas a la secuenciación del genoma completo del ser humano y de otros seres vivos, a un sinfín de avances biomédicos y a otras fronteras del conocimiento. La genómica ha dado paso a la proteómica (la correlación entre genes y proteínas) y a otras disciplinas basadas en la biología molecular, como la epigenética (estudio de las alteraciones no genéticas del ADN), la metabolómica (análisis de los productos del metabolismo) o la nutrigenómica (genética aplicada a la nutrición). Todas estas nuevas fronteras de la biología en la era postgenómica son tan recientes que sus hallazgos no son fácilmente reconocibles y comprensibles por el gran público, entre otras cosas porque todavía no han ofrecido una imagen icónica que las identifique y resuma.
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