Sobre la creación de un dominio de salud que reconozca los sitios de calidad

La solicitud formal del dominio punto health ya está sobre la mesa de la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN), la entidad encargada de regular y gestionar el nomenclátor de la red. La credenciales del peticionario no podían ser mejores ni más universales, pues se trata de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha tomado esta iniciativa para intentar poner orden y concierto en el actual berenjenal de información médica en internet, donde se mezclan los sitios de calidad con las malas hierbas y la ponzoña. La idea es que el dominio punto “health”, que sería administrado por la OMS si la solicitud prospera, permita identificar los sitios y proveedores de información de salud que satisfagan unos criterios éticos y de calidad.

Como patrocinador de este nuevo “top level domain” (TLD), como se dice en la jerga de internet, la OMS se compromete a regular su concesión y supervisar la adherencia a los estándares de calidad que se establezcan, así como a elaborar las normas éticas y de calidad de los sitios punto health consultando a los gobiernos, las asociaciones médicas, las asociaciones de consumidores, la industria y otros agentes involucrados. La OMS se postula a sí misma como la “única” organización cualificada para esta función reguladora por su carácter de agencia internacional de salud y su experiencia de 50 años creando estándares de calidad. Tras reconocer que “internet se ha convertido en una herramienta vital para los individuos, las familias, los profesionales de la salud y la industria de la salud”, la principal impulsora de esta iniciativa de la OMS, la doctora Joan Dzenowagis proclama que “la OMS es el par de manos de confianza que los usuarios de internet necesitan para ayudarles a navegar por la red a través de una masa de información de salud a menudo compleja y a veces conflictiva”.

Puede que esta proclama de Dzenowagis esté viciada de ese dudoso recurso retórico de solemnizar lo obvio, pero la obviedad es la obviedad, y a estas alturas está claro que las loables iniciativas creadas para distinguir la calidad de la basura han fracasado o, si se quiere, se han visto desbordadas por la vitalidad, la innovación, el crecimiento y la libertad que caracterizan internet. Ni siquiera sabemos a ciencia cierta cuántos sitios hay relacionados con la salud. La OMS dice que hay más de 10.000, pero se queda corta si comparamos esta cifra con los más de 100.000 que calcula la Federal Trade Commission (FTC) de EE UU, según el canal Inforsalud. De estos, sólo la mitad, como mucho, tienen asesoramiento médico; y hay un número incalculable de sitios en los que la picaresca se disfraza de salud hasta límites inverosímiles y se venden todo tipo de productos milagrosos. Lo último que he leído es que el presidente del National Council for Reliable Health Information (NCRHI) de EE UU pudo comprar células T internet y que al llamar a la empresa que le vendió el producto para comunicar que, sin querer, se había bebido la botella entera, le respondieron: “Bueno, no le harán daño”.

El descontrol en los sitios de salud en internet propicia otros muchos problemas, desde la falta de garantías de confidencialidad sobre los datos personales hasta la pura y simple desinformación que resulta de consultar ciertos sitios poco fiables. Y esto afecta no sólo a los pacientes, sino también a los médicos, acuciados a satisfacer sus propias necesidades informativas más las de los pacientes que les piden orientación para desenvolverse en la red. Mis mejores deseos, pues, para esta iniciativa de la OMS, que si sale adelante no lo va a tener nada fácil para regular un medio que hoy por hoy resulta ingobernable.  Pero, claro, esta es también una de las gracias y virtudes de internet.


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