Sobre el misterio de la creación en el arte y la ciencia
Una de las secciones más aclamadas de la revista Nature está escrita por alguien en principio ajeno a la ciencia. El profesor de historia del arte de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Martin Kemp ha sabido ganarse desde 1997 a los exigentes lectores de la revista británica con sus originales y estimulantes artículos semanales de las series Art and Science y Science and image, y ahora con sus entregas mensuales de la actual serie Science in culture. Entre sus admiradores están Robert May, presidente de The Royal Society, Lewis Wolpert, autor de La naturaleza no natural de la ciencia y el neurólogo y escritor Oliver Sacks, que reconoce: “En cuanto recibo Nature, lo primero que hago, incluso antes de mirar el índice, es ver si hay uno de los inimitables artículos de Martin Kemp”.
El interés, la originalidad, la pertinencia y otras virtudes que adornan los artículos de Martín Kemp (una selección de más de 70 de sus dos primeras series aparecen en el libro Visualizations. The Nature book of art and science) se derivan de la pericia con la que se mueve por ese territorio fronterizo que separa el arte de la ciencia, toda una selva inexplorada pero repleta de misterios para la inteligencia creativa. Decía Albert Einstein que “la experiencia más hermosa que podemos tener es la de lo misterioso. La emoción fundamental que se encuentra en el origen del verdadero arte y la verdadera ciencia” (What I Believe, 1936). A pesar de su antagonismo, de las muchas y profundas diferencias que distinguen el quehacer científico del artístico, de su radical y esencial oposición como formas de conocimiento, el arte y la ciencia comparten algunas cosas y se influyen mutuamente. Y por eso la exploración de ese territorio fronterizo puede ser igualmente estimulante para artistas y científicos.
Lynn Gamwell, comisario de la Gallery of Art and Science de la New York Academy of Sciences y autor del libro Exploring the invisible. Art, science and the spiritual, es otro de los pioneros investigadores de la difusa intersección entre arte y ciencia, y particularmente de la vigencia de la ciencia como musa artística. Sin embargo, los artículos de Martin Kemp en Nature, van más allá del análisis de las recíprocas influencias, y exploran las “intuiciones estructurales” que comparten artistas y científicos. Esta original vía de abordaje al núcleo duro de la creatividad en arte y ciencia está respaldada por numerosos científicos y artistas. François Jacob, premio Nóbel de Fisiología en 1965, escribe en su autobiografía La estatua interior que la investigación y la literatura parten de un mismo punto: “la creación de un mundo que fue visto por primera vez por la imaginación”. De forma no muy diferente pensaba el pintor suizo Paul Klee, para quien las realidades del arte “no reflejan sólo de un modo más o menos temperamental lo ya visto, sino que hacen visible lo que se ha percibido interiormente”. Quizá todo principie por una intuición, pero los caminos que la transforman en arte o ciencia son tan diversos como personales e inescrutables.
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