Sobre la leyenda y el legado de la Biblioteca de Alejandría

Escepticemia se va este agosto de museos. En 2002 es un año simbólico porque se ha abierto la nueva Biblioteca de Alejandría, 1.600 años después de la destrucción de la madre de todos los museos y uno de los grandes mitos culturales de la antigüedad. La inauguración se quiso hacer coincidir con el día del libro, el 23 de abril, para darle más brillo a un acontecimiento al que se había invitado a escritores y personalidades de todo el mundo, pero la ceremonia se canceló una semana antes por el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí.

Con todo, la biblioteca está ya operativa para devolver el antiguo esplendor a una ciudad en decadencia, tratar de revivir el mito de la gran biblioteca que concentra la sabiduría universal y reanimar de paso todo un país. Sin embargo, el mundo en el que vivió el primer bibliotecario, Demetrio de Falera, se parece muy poco al del actual, Ismail Serageldin. En los casi 2.300 años que los separan, el mundo ha experimentado una compleja travesía cultural, pero sobre todo un profundo cambio social y tecnológico. Entre la esclavitud y los derechos humanos hay un abismo social que se superpone al salto tecnológico que hay del papiro al documento digital. El mundo ha cambiado y la Biblioteca de Alejandría difícilmente volverá a ser lo que fue.

El gran complejo cultural de Alejandría culminado por Tolomeo II en 285 a. C. era mucho más que la mayor biblioteca de la época. Como explicaba Francisco Calvo Serraller en la Revista de Occidente de febrero de 1996, “se trataba de un lugar privilegiado, en el que se reunía todo lo concerniente al saber y la investigación, pero en el que también había un parque zoológico, salas de disección, múltiples jardines, pórticos, exedras, estatuas, etc.; en definitiva: todo lo que se necesitaba para el estudio o la discusión en medio del marco más agradable. No se había perdido tampoco el sentido del culto original, ya que el director del conjunto era el gran sacerdote de las musas”. Museion, es decir, el templo de las musas, era el nombre de este legendario refugio de la inspiración. Todo el saber de la época cabía en esta casa de la sabiduría, pero el acceso estaba reservado a la elite culta, representada por los siete sabios de Grecia, cuyos apotegmas fueron compendiados por Demetrio de Falera.

La nueva Biblioteca de Alejandría está abierta a todos y BibAlex es su faro en internet para hacer más visible la institución. Como la original, es de proporciones faraónicas: ocho millones de libros, tres museos, cinco institutos de investigación, varias galerías de arte, un planetario y un auditorio de 3.000 plazas. Pero todo esto ya no impresiona porque representa una ínfima parte del saber disperso y porque ya hay muchos e importantes museos y bibliotecas. La nueva Biblioteca puede aspirar, todo lo más, a ser un centro de referencia en algunos saberes, un museo de sí misma y un punto de encuentro entre civilizaciones. Y eso, si sabe administrar bien su leyenda y su legado.


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