Sobre la cohabitación del pensamiento mágico y el científico
[divider_flat] La lógica es sin duda un gran invento del cerebro humano, quizá el gran invento. Es el gran artefacto civilizador, el que nos ha traído donde estamos, el que nos ha permitido pensar científicamente y desarrollar la tecnología. Pero su naturaleza no natural, como diría Lewis Wolpert (The Unnatural Nature of Science), hace que el pensamiento lógico o racional le resulte extraño y difícil a mucha gente. Las reglas de la lógica, las deducciones lógicas, no son naturales, sino que requieren un aprendizaje y un entrenamiento. Y a pesar de todo, son lentas, demasiado lentas. En cambio, el pensamiento mágico o analógico está profundamente arraigado en nuestro cerebro y es el primero que aflora para ofrecer una explicación instantánea sobre la razón de ser de cualquier suceso o fenómeno cotidiano, incluso en las personas con una cierta formación. A pesar del prestigio incuestionable de la ciencia, el pensamiento analógico dispara más rápido, y este hecho no debiera ignorarse.
Para acreditar la omnipresencia del pensamiento mágico no hace falta remitirse a la astrología ni a ninguna creencia extraña. En el día a día de cualquier persona abundan los ejemplos de pequeñas supersticiones, manías o rituales que parecen infundirnos mayor confianza en nuestros actos, ya sea llevar un determinado traje o cualquier otra nadería (estas supersticiones o rituales son sólo patológicas cuando impiden llevar una vida normal). Algunos experimentos han permitido constatar lo fácil que resulta suscitar pensamientos mágicos o la ilusión de tener pequeños poderes para inclinar la suerte a nuestro favor. La cuestión es por qué la gente se crea esta ilusión de un poder mágico. Según Emily Pronin, la psicóloga de la Universidad de Princeton (EE UU) autora de estos experimentos, «en parte se debe a que estamos expuestos constantemente a nuestros pensamientos, que para nosotros son los más sobresalientes», y es más probable que exageremos su asociación con sucesos externos. No hay que olvidar que el pensamiento mágico se apoya en dos leyes tan simples como eficaces: la de la semejanza (un efecto se parece a su causa) y la del contagio (la conexión entre dos cosas o sucesos próximos físicamente se mantiene incluso cuando ya no existe esa proximidad física).
La oposición verdaderamente interesante no es, como tanto se airea actualmente, entre lo analógico y lo digital (al fin y al cabo, igual da la hora un reloj analógico que uno digital), sino entre lo analógico y lo lógico. El cerebro humano no deja de establecer analogías y semejanzas porque es analógico por naturaleza, pero suyo es también ese artefacto que llamamos lógica o conocimiento racional. Tenemos, pues, la razón lógica de la ciencia y la civilización frente a la razón analógica de lo desconocido y misterioso, pero también de la creación artística. El pensamiento mágico y el científico están irremediablemente presentes en nuestras vidas. Lo importante es aprovechar esta cohabitación y saber discernir lo lógico y lo analógico.
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