Marital status

Sobre el inquebrantable interés de la medicina por el estado civil de los ciudadanos

No es ninguna novedad el que la investigación médica se interese por el estado civil de los pacientes reales o en potencia. Al fin y al cabo, las relaciones de pareja son un componente importante del bienestar de muchas personas en todo el mundo. La variedad de estudios que consideran el «marital status» es enorme, desde las investigaciones sobre el suicidio y la enfermedad mental hasta las que abordan la enfermedad coronaria y la supervivencia general, pasando por otras en las que se estudia la influencia del estado civil de los padres en los hijos. En PubMed hay nada menos que 19.232 referencias. Pero hoy o mañana se incorporará una nueva que es realmente sorprendente. Para ser claros y veraces a un tiempo, daremos la bienvenida a este nuevo «paper» con la rotunda frase con la que los autores comentan sus resultados: «Los hombres que eran más pequeños al nacer tienen menos probabilidades de casarse». ¿Adivinan quién nos vuelve a obsequiar con esta sutileza epidemiológica?

Lo que ahora nos presenta el British Medical Journal (BMJ) de mañana  31 de marzo es un estudio longitudinal que pretende comprobar la hipótesis de si el menor crecimiento fetal se asocia con el ulterior estado civil. Como explican sus autores, los hombres solteros tienen mayores tasas de enfermedades cardiovasculares y una esperanza de vida menor que los casados, y se especula que esto puede deberse bien a que los hombres sanos tienden a casarse o bien a que el matrimonio ejerce algún efecto protector; además, añaden, el menor tamaño al nacer se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Y, tras estudiar dos cohortes en Finladia y en el Reino Unido, de 3.577 y 1.659 hombres, respectivamente, pues resulta que sí: los bebés pequeñitos tienen menores posibilidades de casarse. «Claramente», escriben los autores como para curarse en salud, «los factores que conducen a los hombres a casarse son complejos incluyendo tanto los de tipo biológico como social». Y añaden: «Sin embargo, nuestros datos plantean la posibilidad de que la restricción temprana del crecimiento influya en los factores de la selección de pareja, incluyendo socialización, sexualidad, personalidad y respuestas emocionales».

En las mujeres ya se había señalado una asociación semejante. Sin embargo un reciente estudio [Fam Plann Perspect 2000 nov-dec; 32(6):281-7] matizaba que muchas solteras en EE UU no presentan mayores tasas de bajo peso al nacer que las casadas. El trabajo muestra además «inesperadas asociaciones» entre peso al nacer, etnia y duración de la relación de pareja. Pero sobre todo refleja que hay que considerar las características de la relación de pareja para sustentar cualquier asociación con el peso en el momento del nacimiento. Claro que esto, quizá, es ya hilar muy fino. Y si se hila tan fino se corre el riesgo de que se rompa la hebra y ya no sepamos de qué se está hablando y qué importancia puedan tener las más rocambolescas asociaciones para la salud.

P.S. No nos olvidamos de los viudos. La atención que merecen en PubMed es menor (casados, 5.643 referencias; divorciados, 3.091, y viudos 753) y quizá por eso haya más de un malentendido. Un trabajo que se presenta mañana en la reunión anual de la Population Association of America quiere poner las cosas en su sitio y de paso derribar algún mito. Primero: la muerte repentina de la pareja no es más traumática que la que sobreviene tras una larga enfermedad, especialmente para los hombres de mayor edad. Y segundo: aunque perder la pareja es uno de los sucesos más estresantes, la mayoría de los adultos recupera su nivel previo de salud física y mental antes de 18 meses.


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