Sobre la exhaustividad y fiabilidad de los buscadores de nueva generación
Un tecnófobo recalcitrante como Fernando Sánchez Dragó decía hace poco en una entrevista que cuando se quiere encontrar un dato se suele hallar antes en los libros impresos que en internet. Y afirmaba que ha hecho varias veces esta prueba con algún internauta y que siempre ha vencido él con su rudimentario método de consultar el Espasa u otro libro de su biblioteca. Lo que el autor de «Gargoris y Habidis» no se planteaba es qué ocurre cuando el dato en cuestión no puede encontrarse en su biblioteca simplemente porque no aparece en ninguno de los libros. En cambio, la descomunal webteca que es internet hace ya tiempo que es la mayor biblioteca del mundo y contiene en su seno un número indefinido de bibliotecas, hemerotecas y otras colecciones de documentos varios, muchos de ellos de acceso libre para todos los usuarios. De modo que ese dato buscado es mucho más probable que esté en internet que fuera de la red. Pero otro asunto bien distinto -y que en parte le da la razón a Sánchez Dragó- es que el encuentro se produzca, y pronto.
A pesar de la publicidad, la propaganda y la manipulación mediática sobre las excelencias de internet y de las empresas punto com, lo cierto es que la búsqueda en internet conduce tan a menudo a la frustración en vez de al feliz encuentro, que cuando éste se produce a la primera es como para pensar para uno mismo: «Me siento afortunado». Este pensamiento es hoy una marca registrada de la compañía punto com Google, una de las abanderadas de la nueva generación de buscadores y propietaria de uno que lleva el mismo nombre y que probablemente es uno de los más eficaces, rápidos y fiables. Tan seguros están en Google de la eficacia de su buscador que junto a la tecla «Búsqueda en Google» han colocada la que dice «Me siento afortunado» convencidos de que al pulsarla nos abrirá la página que buscamos. La verdad es que utilizando Google a menudo uno se siente afortunado (no hay más que hacer la prueba), mayormente cuando se trata de localizar una empresa, una revista o una denominación concreta. Aparte de la sencillez de uso de este nuevo buscador, hay que destacar otras dos virtudes: la primera, muy útil, es que permite acceder a la página web buscada en la memoria caché del buscador, lo que permite ver la página cuando el servidor no está operativo o ha retirado la página en cuestión de la circulación; y la segunda, es la organización de la búsqueda de Google, de tal modo que los primeros sitios de la lista son los más importantes porque son los que reciben más enlaces de otros sitios. Hay que probarlo y compararlo con AltaVista, Lycos y otros para percatarse de sus ventajas.
Con todo, Google, no es la solución a cualquier búsqueda. Este buscador dice haber indexado más de mil millones de páginas web. Un número importante pero quizá esto sólo represente un mínimo porcentaje del total. En un estudio sobre la accesibilidad de la red publicado en Nature en julio de 1999 (en www.wwwmetrics.com hay un resumen del trabajo y puede solicitarse por correo electrónico el artículo completo en formato pdf) con información de principios de ese año, el buscador que cubre un mayor porcentaje de la red es Northern Light, con un 16%, seguido de Snap (ahora Ncbi) y Altavista, con un 15,5% aproximadamente. Google era el séptimo, con un 7,8%. Pero esta es la radiografía de febrero de 1999, cuando en internet había unos 800.000.000 millones de páginas. Hoy Google indexa 1.060.000.000 y la red debe tener unas dimensiones muchísimo mayores. Más pronto o más tarde los buscadores acabarán abarcándola. Pero, ojo, la búsqueda no es una cuestión de cantidad y exhaustividad, sino de relevancia, que es lo que busca y satisface al internauta.
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