Sobre la década poco prodigiosa de las medicinas complementarias

Una década después de la creación del National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM), muchos creen que lo mejor que se puede hacer con este centro es cerrarlo y dedicar su presupuesto a temas más importantes para la salud. El más polémico de los centros de los National Institutes of Health estadounidenses (son una veintena de institutos y siete centros) ha apoyado en este tiempo más de 2.200 investigaciones sobre terapias alternativas y complementarias en EE UU y otros países. En su portal de internet, el NCCAM exhibe como lema: “10 años de investigación rigurosa”, pero muchos creen que unas terapias que no son utilizadas ni promovidas por la medicina científica no merecen ser estudiadas, ya que las investigaciones, especialmente los ensayos clínicos, son muy costosas. Sostienen, además, que el mero hecho de someterlas al escrutinio de un centro de investigación oficial es concederles una oficialidad que no tienen. ¿Y qué dicen los defensores de este centro? ¿Qué ha aportado desde su creación en febrero de 1999?

No es fácil saber si las medicinas alternativas y complementarias están ahora mejor o peor que hace una década. Quizá todo siga más o menos igual: en 1998, cuatro de cada 10 estadounidenses reconocía que utilizaba alguna de estas medicinas, y en 2007 esa proporción seguía siendo la misma. Lo que está claro es que los 800 millones de euros gastados por el NCCAM en esta década han servido más para desautorizar estas terapias que para avalarlas. La gran mayoría de los ensayos clínicos realizados han revelado que las medicinas heterodoxas son, en el mejor de los casos, un buen placebo. Así, por recordar algunos de los más sonados, el ensayo con la hierba de San Juan o hipérico demostró que este remedio herbal no era más eficaz que el placebo para tratar la depresión grave o moderada (el estudio también reveló que el antidepresivo sertralina apenas era más eficaz que el placebo); y el ensayo sobre la equinácea mostró que esta medicina herbal no ayudaba a prevenir los catarros ni tampoco mejoraba sus síntomas. Otros estudios, en cambio, sí han mostrado que ciertas terapias servían para aliviar algunos síntomas, especialmente el dolor.

Aunque los objetivos del NCCAM siguen claros (apoyar la investigación, formar a investigadores y difundir los resultados), los 10 años de vida de este centro le han hecho modificar ligeramente su rumbo. Ahora son pocos los investigadores que esperan que estas terapias puedan ser curativas; la mayoría sólo espera que, en el mejor de los casos, puedan demostrar algún alivio sintomático. La nueva directora, Josephine Briggs, asegura que en los próximos cinco años el NCCAM se va a centrar precisamente en el estudio del control de los síntomas y en las terapias cuerpo-mente. Está claro que las terapias heterodoxas no van a curar el cáncer o la diabetes, pero todavía no han dicho su última palabra sobre el tratamiento del dolor o las posibilidades del yoga o la meditación.


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