Mirada médica

Sobre la evolución del acercamiento visual al cuerpo enfermo

[divider_flat] Ver no es más que reconocer. Tal y como ha demostrado la neurociencia, sólo vemos aquello que somos capaces de entender e interpretar; el resto serían formas y colores sin sentido ni significado. Por eso sólo los ojos adiestrados son capaces de ver lo que está a la vista de todos y descubrir algo nuevo. La mirada, el reconocimiento visual, es un sentido o una variante de la inteligencia que se puede ampliar y educar con entrenamiento, pero siempre a partir de unas formas o significados consolidados en nuestro genoma a lo largo de la historia evolutiva. Del mismo modo que en la adquisición del lenguaje no se realiza sobre una tabla rasa, el lenguaje visual se elabora y reelabora a partir de unas capacidades congénitas de interpretación visual. No es posible, por tanto, mirar el mundo con ojos totalmente limpios, como desearían algunos artistas, sino que lo hacemos a partir de la memoria biológica de la especie y, sobre todo, de los condicionantes culturales. La mirada, cualquier mirada más o menos especializada, se inscribe necesariamente en el marco cultural de cada época. Y esto es lo que le ha pasado a esa singular forma de mirada técnica que es la mirada médica o le regard médical, como la bautizó Michel Foucault en 1975.

La manera de mirar y de ver de los médicos de hoy poco tiene que ver con la de los de otras épocas. No hay más que volver la vista un par de siglos para percatarse del abismo. Así, en una conocida lámina de un libro de partos de 1840 (Nouvelles demonstrations d’accouchements, de Jaccques Pierre Maygrier), en la que se muestra cómo se realizaba una exploración ginecológica a principios del siglo XIX, podemos ver que la embarazada estaba de pie, totalmente vestida, y que el médico, arrodillado a sus pies, introducía sus manos por debajo de la falda. Pero lo que más llama la atención es que la mirada médica no existe: mientras la mujer mira para otro lado, el médico aparta su mirada del cuerpo que explora, limitándose a ver con sus manos lo que no le estaba permitido mirar. ¿Cuándo pudo el médico mirar las zonas prohibidas? Probablemente no antes de mediados del siglo XIX, según la historiadora de la medicina Karin Johannisson, de la Universidad de Uppsala (Suecia). Desde entonces, la transformación del cuerpo enfermo en objeto lo ha hecho cada vez más accesible a la mirada médica, ampliada en el siglo XX con instrumentos de visualización cada vez más potentes que lo han hecho casi transparente. Hoy, la mirada médica se centra cada vez más en la observación e interpretación de imágenes digitales y fragmentarias del cuerpo, hasta el punto de que parece no necesitar posarse sobre el cuerpo unitario y doliente del enfermo real. Sin embargo, la mirada médica debe ser “una mirada que toca, que escucha al paciente y que, además, ve atentamente, sin prejuicios”, como dice Cristóbal Pera. Porque, hoy como ayer, el cuerpo enfermo habla un lenguaje que él mismo no comprende pero que se expresa de forma integral, desde sus pliegues más íntimos hasta el rostro, la postura o el habla.


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