Sobre el valor sanitario y pedagógico de la desmitificación
Una de las tareas más urgentes de la educación sanitaria y de la divulgación biomédica es la de desmitificar la medicina. La completa desmitificación es una tarea imposible, pues las fronteras de la biomedicina son un lugar propicio para la especulación y el florecimiento de esperanzas y mitos. Con el tiempo, la medicina va progresando a fuerza de reemplazar los mitos por evidencias. Si en la zona de vanguardia, donde se ponen a prueba las nuevas hipótesis y prácticas, es inevitable que surjan los mitos, una vez que estos han sido desvelados, lo que se impone en trasladar las pruebas científicas a toda la comunidad médica y, después, al público. En el primer caso, los resultados de la investigación tardan en llegar a la práctica clínica casi una década, pero en la población los mitos pueden pervivir desde tiempos inmemoriales.
Prácticamente todas las enfermedades y especialidades médicas tienen su mitología. En general, cuanto más oscuras, inexplicables o desconocidas resultan, más abundan los mitos y creencias erróneas. Pensemos por ejemplo, en toda la mitología que ha habido en torno a enfermedades como la epilepsia o la migraña, y en las que todavía perduran no pocas creencias infundadas. Pero también hay un sinfín de creencias erróneas en torno a situaciones de lo más corrientes. Ahí van, como botón de muestra, algunas ideas equivocadas para imaginar hasta qué punto pueden estar extendidas entre la población: el chocolate causa acné, la primera dentición de los niños se acompaña de fiebre o salir a la calle con el pelo mojado provoca un catarro. Un proceso tan banal como el catarro común está rodeado de mitos, y quizá el primero es pensar que se trata de una única enfermedad. Si resulta tan difícil de prevenir y tratar es porque está causado por más de 200 virus diferentes, y encontrar un remedio para el catarro sería como tratar de curar a la vez la viruela, la varicela, el sarampión, las paperas y toda una larga lista de enfermedades víricas. ¿Y qué decir de la idea, tan extendida en la población, tan nefasta para la salud y tan difícil de erradicar, de que el catarro se puede curar a golpe de antibióticos? El misterioso estrés, las portentosas vitaminas, las desconocidas alergias y toda una larga lista de procesos, sustancias y situaciones relacionadas con la salud darían como para escribir un manual de mitología médica.
Así las cosas, una de las principales tareas educativas del médico es ayudar a erradicar las creencias erróneas. Y quizá la primera sea la de creer en el poder ilimitado de la medicina, pues no sólo es incapaz de curarlo todo, sino que ni siquiera lo suele hacer con conocimiento de causa. Siendo generosos, sólo uno de cada cinco procedimientos médicos tiene una base científica sólida; los cuatro restantes tienen, en el mejor de los casos, algún fundamento anatómico o fisiológico. La mayor parte de la medicina se sigue basando en anécdotas, dogmas y mitos. Y es deber de los médicos reconocerlo y enseñarlo.
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