Sobre el prestigio de lo natural y sus motivos
Coincidiendo con la entrada de la primavera, la medicina ortodoxa ha anunciado el inicio de un ensayo clínico con un remedio de herboristería: el hipérico, hipericón o hierba de San Juan. Con la realización de un ensayo doble ciego de cuatro años de duración, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU quieren determinar la seguridad y eficacia de esta hierba medicinal en el tratamiento de la depresión leve o menor, en comparación con el antidepresivo citalopran y placebo. El interés de los NIH por este remedio alternativo responde a la popularidad que tienen las hierbas medicinales para tratar la depresión entre el público, según Stephen E. Straus, director del National Center for Complementary and Alternative Medicine (NCCAM), el centro de los NIH creado en 1999 para el estudio científico de las terapias complementarias y alternativas. Quizá el hipérico funcione contra la depresión, aunque es probable que muchas de estas terapias no sean más que un placebo disfrazado. Algunas ni siquiera son inocuas, como es el caso de la hierba de San Juan, sin ir más lejos, capaz de provocar graves interacciones si se consume a la vez que ciclosporina, digoxina, anticonceptivos orales y otros fármacos (la Agencia Española del Medicamento emitió en 2000 una nota informativa alertando de estos riesgos de interacción medicamentosa).
Ni qué decir tiene que la realización de ensayos clínicos y otros estudios sobre las terapias complementarias y alternativas es algo absolutamente pertinente y necesario. La creación del propio NCCAM obedece precisamente al auge de todas estas terapias no ortodoxas y a la necesidad de validarlas con las herramientas de la medicina científica convencional. De ahí a integrarlas, no hay más que un paso, pues “una vez se comprueba que una terapia determinada es eficaz e inocua, esta se incorpora al tratamiento convencional de la salud al igual que cuando surgen enfoques nuevos para la atención sanitaria”, proclama el NCCAM. Pero no basta con validar las terapias y asimilar las que funcionan. El problema fundamental, que refleja el auge de la medicina alternativa y en general de todo lo que lleva el sello de lo natural, es la insatisfacción de mucha gente con los aspectos más deshumanizadores de la medicina hipertecnificada y con las notables carencias que presenta en el manejo de muchos procesos crónicos, banales o incurables.
Dilucidar, con las herramientas propias de la ciencia, la consistencia de algunas terapias alternativas es relativamente fácil, pero esto tampoco garantiza que vaya a mermar la popularidad de las que no son eficaces. Descalificar el papanatismo que subyace al integrismo y la mistificación de lo natural tampoco es difícil, pues la propia enfermedad es un fenómeno de lo más natural y no por ello es algo bueno y deseable. La medicina, en cambio, es algo antinatural pero deseable. Lo que se está pidiendo a gritos con toda esta suerte de naturismos es que no sea inhumana.
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