Sobre las nomenclaturas de parentesco en las distintas lenguas[divider_flat]
[box type=»info»]Entrada en: Molienda de ciencia @ Molino de Ideas[/box]
Tendría que aumentar mucho la esperanza de vida para que las palabras trastarabuelo (el padre del tatarabuelo) o trastaranieto (también llamado chozno) fueran de uso común. De momento, con nombrar a todos los posibles parientes de cuatro generaciones para arriba y otras cuatro para abajo tenemos más que suficiente. No hay más que dibujar un árbol genealógico bien tupidito para darse cuenta del desafío al que se han enfrentado todas las lenguas. Y eso sin entrar en la zona de la parentela política.
El chino mandarín, por ejemplo, tiene cuatro palabras diferentes para designar a los cuatro abuelos de un ego dado (en antropología, ego es el yo desde el que se consideran las relaciones de parentesco). En algunas lenguas hay hasta ocho palabras diferentes para diferenciar a los parientes que nosotros llamamos primos. En otras, nuestras voces para abuelo y nieto son intercambiables. Y en otras, aparentemente más simplonas pero con mucha retranca antropológica, no vale decir que madre no hay más que una, porque llaman madre no sólo a la madre, sino a todas y cada una de sus hermanas (nuestras tías).
Aprender según que lenguas tiene estos entretenidos problemillas, que ilustran perfectamente hasta qué punto todas las lenguas son como un pozo arqueológico sin fondo con numerosas claves para entender una sociedad y una cultura. El antropólogo estadounidense Lewis Henry Morgan, tras estudiar 566 lenguas, identificó en 1871 que había seis sistemas terminológicos de parentesco más frecuentes: hawaiano, esquimal, iroqués, crow, omaha y sudanés.
El hawaiano es el más sencillo y clasificatorio (llaman hermano a todos los varones de la misma generación, incluyendo todo tipo de primos), mientras que el sudanés es el más complicado y descriptivo, pues prácticamente emplea un termino diferente para cada pariente. La nomenclatura de parentesco en español y en muchas otras lenguas occidentales es de un tipo intermedio, el esquimal.
Si las posibilidades teóricas de nombrar la parentela son prácticamente ilimitadas, ¿por qué las lenguas han seleccionado sólo un puñado de sistemas? Un reciente análisis computacional de los datos lingüísticos de Morgan ha permitido comprobar la hipótesis de que los sistemas de clasificación de la parentela en uso son realmente óptimos y reflejan algunos principios generales de comunicación, según un artículo publicado en la revista Science el pasado 25 de mayo (Kinship categories across languages reflect general communication principles).
Este análisis de los sistemas de parentesco de las lenguas del mundo muestra que no es posible hacerlos más sencillos sin reducir su utilidad, y que a la vez no es posible hacerlos más útiles sin aumentar su complicación, según Charles Kemp y Terry Regier, los autores del estudio. Las lenguas, a pesar de sus diferencias, parecen haber encontrado todas ellas un punto de equilibrio entre el principio de la sencillez y el de la utilidad.
Máxima información con el mínimo esfuerzo cognitivo. Este parece ser el gran logro adaptativo de lenguas a la hora de nombrar a la parentela. Y lo mismo parece ocurrir para nombrar otros dominios semánticos, como el de los colores.
Foto: M-louis / Flickr
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