Perfeccionismo

Sobre la optimización biológica y el vértigo moral que provoca

[divider_flat] Aristóteles recomendaba a los hombres que querían tener un hijo varón que se ataran el testículo izquierdo antes de tener relaciones sexuales. La “ciencia” reproductiva del sabio de Estagira se ha quedado tan obsoleta que este consejo ya suena casi a chiste, algo que en absoluto ocurre con su filosofía (su Ética a Nicómaco es uno de los pilares de la ética occidental). Hay que reconocer que en los casi dos milenios y medio transcurridos, las ideas científicas han avanzado mucho más que las ideas morales. Ahora, la ingeniería genética ofrece la posibilidad real de elegir el sexo de los hijos, clonar una mascota y modificar la naturaleza humana. Todas estas posibilidades nos crean en mayor o menor medida una cierta incomodidad moral a la vez que enormes dificultades para articular una respuesta ética. Y, sin embargo, sabemos que, tanto a nivel individual como colectivo, necesitamos una posición moral.

¿Por qué nos incomoda que una pareja de lesbianas sordas decida tener por inseminación artificial un hijo sordo? ¿Por qué nos inquieta que haya bancos de semen de donantes seleccionados por su elevada inteligencia, sus agraciados rasgos físicos y otras cualidades? ¿Por qué nos incomoda incluso el que una persona decida clonar a su gato para tener otro igual al morir el primero? No sabemos muy bien por qué, pero estas situaciones reales provocan un cierto rechazo en el común de la gente, del mismo modo que otras que ya se insinúan en el horizonte, como la manipulación genética para mejorar las capacidades físicas, la memoria, la inteligencia y otros rasgos. La optimización genética o farmacológica –para mejorar la competencia en el deporte o en la vida­– da vértigo moral, como dice el filósofo Michael J. Sandel en su libro Contra la perfección (Marbot, 2007). Y es que entre la terapia genética (todavía incipiente) y la optimización genética (una perspectiva que puede hacerse realidad en cualquier momento), hay una gran diferencia. Es ni más ni menos la que existe entre curar o prevenir una enfermedad o minusvalía, que es uno de los fines propios de la medicina, y mejorar las condiciones naturales de una persona normal. El vértigo moral aparece precisamente al poder dar ese salto en el vacío hacia la optimización de la naturaleza humana.

El motivo de este vértigo y lo rechazable de la búsqueda de la perfección biológica es, según Sandel, la actitud que promueve y en la que se basa esta búsqueda, “una actitud de control y dominio que no reconoce el carácter de don de las capacidades y logros humanos”. Más allá de las invocaciones a la autonomía personal y a la equidad, habituales en el discurso de la bioética, Sandel esgrime la idea de la vida como don o regalo, y concibe la libertad como una negociación permanente con lo recibido. Con todo, lo más sugerente de su argumentación es precisamente la propia forma de argumentar y articular una posición ética. En estos tiempos en los que hace furor el brain training, he aquí un sencillo y apasionante texto para mantener el cerebro moral en forma.


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