Sobre las destrezas comunicativa de los oncólogos
«Un buen especialista sin capacidad de comunicación no es nada». Lo decía tajante el oncólogo Josep Baselga en un revelador y emocionante artículo de Juan José Millás en El País Semanal del 27 de enero (En la trinchera contra el cáncer). El formato de la entrevista-convivencia de jornada completa da mucho juego porque permite retratar al personaje en todo su esplendor y decadencia circadianas (desgraciadamente la entrevista no prosigue mientras duerme el personaje): desde que empieza a rodar por la mañana, impulsado por los picos de cortisol y catecolaminas; mientras se encuentra en su apogeo físico, psicológico e intelectual en las primeras horas de la tarde, con muchas de las variables fisiológicas y capacidades en su acrofase, y, en fin, cuando el día y la jornada laboral concluyen y la melatonina y otros factores entran en escena. Es entonces cuando Baselga le confesó a Millás: «La comunicación con el paciente es fundamental. Debes conocer sus gustos, sus inclinaciones. Has visto que pregunto cuántos hijos tienen, si han hablado con ellos, si están al tanto del problema. A veces tenemos buenos médicos, pero malos comunicadores. Saber comunicar con el paciente, explicarle lo que tiene y asegurarle que estás involucrado en su cura es fundamental. Hay médicos que, para defenderse de las emociones, se convierten en una pared, cuando en esta enfermedad el factor emocional es importantísimo».
En el III Congreso Europeo de Cáncer de Mama, celebrado en Barcelona del 19 al 23 de marzo, el comunicador Baselga ha dado a conocer la buena nueva de que la mortalidad mundial por cáncer de mama ha descendido un 25% en la última década. Pero quien se ha ocupado de proclamar, con datos y estudios en la mano, la necesidad de que los oncólogos desarrollen y mejoren sus habilidades comunicativas ha sido la psicooncóloga Lesley Fallowfield. The Lancet trazó en 1999 un certero perfil personal y profesional de esta británica («Lesley Fallowfield: blending psychology with science«) que es una autoridad en la materia. Lo que ha venido a recalcar a Barcelona es que la buena comunicación con el paciente con cáncer es una de las claves del éxito terapéutico, que un simple entrenamiento de tres días mejora la destreza comunicativa de los oncólogos y que son sobre todo los jefes -que son los modelos para los residentes- quienes más necesitan estos cursos. Fallowfield publicó en The Lancet del 23 de febrero un ejemplar ensayo clínico aleatorizado realizado en 34 centros del Reino Unido que mostraba que las deficiencias de comunicación de los oncólogos no se solucionan con el tiempo y la experiencia clínica, sino con cursos específicos. En el caso del cáncer, la percepción del paciente de la información recibida en el momento del diagnóstico es un factor crucial para la adaptación y la lucha contra la enfermedad, incluso más importante que el tratamiento. Desarrollar la destreza comunicativa es, pues, una de las primeras responsabilidades de los oncólogos.
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