Sobre la organización jerárquica de los lexicones[divider_flat]
Si para definir una palabra empleamos palabras más complejas que la que queremos definir, mal vamos. Una buena definición debe consistir en un grupo de palabras más simples que la definida. Y quien dice más simples quiere decir más básicas, más generales, menos concretas o menos específicas. No es cuestión de menospreciar ninguna palabra, ya que todas pueden sernos útiles en algún momento, pero en la sociedad de las palabras también hay clases y jerarquías.
El asunto no ha recibido apenas atención técnica o científica. Pero todos tenemos en mente una cierta jerarquía de las palabras. Sabemos que “acto” o “grupo” son más básicas que, por ejemplo, “incesto” o “ciempiés”. Y a poco que consultemos ciertos diccionarios nos daremos cuenta que “acción” y “efecto” deben estar entre las más básicas y simples puesto que se emplean en tantas definiciones.
En algunos diccionarios se define “definición” como la explicación o declaración del significado de una palabra o expresión. El de la RAE, en cambio, define este vocablo como “Proposición que expone con claridad y exactitud los caracteres genéricos y diferenciales de algo material o inmaterial” (segunda acepción) y “Declaración de cada uno de los vocablos, locuciones y frases que contiene un diccionario” (cuarta acepción). Se supone que se refieren a lo mismo, pero –y no es por hacer sangre con el DRAE– salta a la vista que hay definiciones y definiciones.
A veces, demasiado a menudo, nos ocurre que al consultar en un diccionario la definición de la palabra A se nos remite a la palabra B, que se define a su vez con la palabra C , cuya definición nos remite de nuevo a A. Así, está claro, no hay manera de aclararse, y no es de extrañar que se pierda confianza en las palabras, cunda el desánimo y vete tu a saber si hasta el fracaso escolar. Aunque los lexicógrafos no tengan mentalidad cartesiana o castrense, las jerarquías hay que respetarlas.
Hace unos pocos años, el neurobiólogo evolucionista Mark Changizi, formado inicialmente como matemático y de inquietudes y saberes muy diversos, advirtió que el Oxford English Dictionary y el lexicón WordNet de la Princeton University, tenían hasta siete niveles jerárquicos. Esta organización de las definiciones hace que estos diccionarios sean mucho más concisos, útiles y eficaces. Si el Oxford, que con sus más de 600.000 palabras repartidas en 22.000 páginas de definiciones no es precisamente conciso, tuviera solo dos niveles jerárquicos en vez de siete, ocuparía, casi 75.000 páginas.
Los buenos diccionarios deben construirse como una pirámide, pero a revés. En la base de esta pirámide invertida (la punta, en este caso) estarían las palabras más elementales o atómicas, como las denomina Changizi, y que serían entre 10 y 60 (“acción” y “efecto”, estarían ahí, cabe presumir). Las del segundo nivel jerárquico o piramidal se definirían con estas palabras atómicas, las del tercer nivel recurriendo también a las del segundo, y así sucesivamente.
En un artículo publicado en Cognitive Systems Research en 2008 (Economically organized hierarchies in WordNet and the Oxford English Dictionary), Changizi postula que esta organización jerárquica de los lexicones o diccionarios es un producto desarrollado durante miles de años por selección cultural. Y que si tienen esta organización y no otra es porque es la más funcional y económica, y la que mejor mimetiza además la forma en que nuestro cerebro almacena las palabras y sus significados. Al fin y al cabo, antes de ponerse por escrito, los diccionarios estaban en la mente de las personas. La teoría piramidal –o atómica– de los diccionarios es sólo una hipótesis sin demostrar, pero tenerla presente podría ayudar a construir mejores diccionarios.
Foto: Guerretto/ Flickr
[box type=»info»]Entrada publicada el 31.07.2012 en Molienda de ciencia @ Molino de Ideas[/box]
Deja una respuesta