Una escalera

Sobre la naturaleza de los sueños y un óleo de de Ribera

El escorzo postrado y durmiente de un pastor, con la cabeza ligeramente elevada sobre un pétreo cabezal y descansada sobre la palma de la mano izquierda, presenta un rostro de llamativa serenidad, iluminado por un torbellino de luz amarilla que corta el luminoso cielo en diagonal y se fuga por el ángulo superior derecho del cuadro. El sueño de Jacob (1639), de José Ribera (1591-1652), da vida pictórica a una de las imágenes oníricas más famosas y representadas en la historia del arte, la relatada en el capítulo 28 del Génesis, cuando Jacob “soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella”. Lo curioso de este cuadro barroco es que la escalera celestial, el elemento central del sueño que ha dado pie a tantas interpretaciones y tantas veces ha sido representado, no se distingue en la escena pintada por Ribera.

Los sueños fueron considerados desde antiguo como mensajes cifrados de los dioses sobre el destino de los hombres. Su interpretación era una tarea reservada a un selecto grupo de expertos capaces de dar con la clave o cifra y conocer así el mensaje divino. A finales del siglo XIX, las ideas sobre la naturaleza de las ensoñaciones dieron un vuelco con la publicación de La interpretación de los sueños (1899) de Sigmund Freud, que sustituyó a la divinidad por el inconsciente. El padre del psicoanálisis atribuía los sueños a los deseos secretos e inconscientes, una teoría que encaja con el fuerte contenido emocional de las ensoñaciones pero que no ha sido probada. Con la entrada de la ciencia y la tecnología en el país de los sueños se descubrió, a mediados del siglo XX, el sueño REM (Rapid Eye Movement) o paradójico, llamado así por el contraste entre la total relajación corporal (excepto los movimientos rápidos de los ojos) y la intensa actividad cerebral que caracteriza a esta fase del sueño. Las sucesivas investigaciones y la utilización de tecnologías que obtienen imágenes funcionales del cerebro han demostrado que no sólo soñamos durante las breves fases REM, como se creyó al principio, y que en la generación de sueños participan con diferentes funciones el tallo del encéfalo, el sistema límbico y la amígdala, el córtex frontal y el hipocampo. Una fascinante teoría, apoyada sólo parcialmente, sostiene que soñamos para aprender, mientras que el recientemente fallecido Francis Crick postulaba que soñamos para olvidar, para limpiar el cerebro del torbellino de informaciones sobrantes e inútiles generadas durante la vigilia.

La gran originalidad de Ribera fue desdibujar la escalera en el torbellino de luz y hacerla casi desaparecer junto a los ángeles. La rotunda corporeidad del pastor, su presencia humana dominante y natural, se impone así a la sobrenatural visión divina, en una época en la que la Iglesia era el mecenas universal y la ciencia todavía no había descubierto que el cerebro y la mente, tanto en el sueño como en la vigilia, son una y la misma cosa.


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