El «factor humano» en el trabajo con ordenadores y otras máquinas
Una de las preocupaciones principales de la ergonomía es sin duda la salud. Y esto es algo que de muy distintas maneras se está notando en medicina. Podemos considerar, simplificando un poco las cosas, que esta disciplina que estudia la mutua adaptación entre el hombre y la máquina tiene como objetivos finales, por un lado, mejorar la productividad y, por otro, no menoscabar la seguridad y la salud del operario que utiliza la máquina. Pero todos somos "operarios" de máquinas, desde el momento en que la mayoría usamos automóviles, ordenadores o teléfonos (algunos además utilizan otros artilugios más o menos amenazantes como sierras eléctricas o bisturíes), de modo que la salud de cualquiera puede estar comprometida. Como quiera que al médico se le supone experto en todo lo que tenga que ver, siquiera sea de lejos, con la salud de las personas, no es de extrañar que se le pidan explicaciones sobre el posible riesgo que pueda entrañar el uso de cualquier nuevo artilugio que se introduce en la vida cotidiana. Este fenómeno, magnificado posiblemente por los medios de comunicación, ha ocurrido con los hornos microondas o los teléfonos móviles, por citar algunos ejemplos recientes y llamativos que todavía se discuten. El médico, naturalmente, se remite a la evidencia científica, que en muchos casos no existe o indica que se trata de un falso problema.
De todos modos, la medicina está cada vez más comprometida con la ergonomía, una disciplina científica que nació, como tantas otras, al rebufo de la industria militar. Esto ocurrió durante la II Guerra Mundial, con la idea de integrar las características del "operario" en las cada vez más sofisticadas máquinas de guerra. Después, la ergonomía ha tenido su desarrollo autónomo con múltiples aplicaciones civiles, entre ellas todo el instrumental médico. Actualmente, en la base de datos MedLine de la National Library of Medicine aparecen nada menos que cerca de 15.000 referencias a la entrada "ergonomics". No pocos de estos artículos discuten sobre la mayor o menor ergonomía del instrumental médico y quirúrgico, ya sea una simple jeringuilla, un laparoscopio o la consulta entera de un dentista, e incluso de otros instrumentos ajenos por completo a la medicina, como puede ser una guitarra eléctrica. Abundan también los estudios sobre los problemas musculosqueléticos derivados de los más variados trabajos o actividades. Y hay, en fin, una amplia bibliografía sobre los problemas que puede originar el trabajo con ordenadores y la interrelación entre las características de los equipos informáticos, el operador y el ambiente de trabajo.
Sobre este último tema, Internet es una valiosa fuente de documentación. Aunque la información disponible en español no es especialmente interesante (la Asociación Española de Ergonomía sólo incluye información general de la asociación), se puede mencionar como excepción el texto de la directiva 90/270/CEE del Consejo de la Unión Europea sobre las "disposiciones mínimas de seguridad y salud relativas al trabajo con equipos que incluyen pantallas de visualización", traspuesta al derecho español por el Real Decreto 488/1997, en el que se especifican los requisitos generales que deben cumplir los equipos, el entorno y hasta el empresario. Información más general puede encontrarse en la Red Española de Seguridad y Salud en el Trabajo, administrada por el Instituto Nacional de Higiene y Seguridad en el Trabajo. En el ámbito internacional, un punto de arranque interesante puede ser la International Ergonomics Association (IEA) o la Human Factors and Ergonomics Society, que edita revistas de alto impacto como Human Factors o Ergonomics in Design. Como se puede comprobar en todos estos sitios web, la ergonomía se solapa en ciertos aspectos con la medicina y tiene un enorme potencial para mejorar la salud, la seguridad y el confort de las personas.
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