Sobre la quimera del arte-ciencia y la imposibilidad de unificar las dos culturas
Por separado, la ciencia y el arte son dos de las actividades más genuinamente humanas y atractivas. Juntas, hay quien piensa que serían el no va más del conocimiento y la creatividad. El discurso del arte y la ciencia como empresas o aventuras del conocimiento que están destinadas a entenderse arrecia de un tiempo a esta parte en forma de libros, exposiciones y eventos varios que quieren celebrar el encuentro de estos dos dioses paganos, pero muchos de ellos no son más que fuegos de artificio. En febrero de 2011 se inauguró incluso un museo como tótem y reclamo del “naciente campo del ArtScience”, el ArtScience Museum de Singapur. Pero lo cierto es que este museo no tiene mucho que celebrar. Más bien parece una operación de mercadotecnia para poner en pie un nuevo complejo de ocio con tiendas y restaurantes en el que cabe de todo, hasta un casino con sus máquinas tragaperras y sus crupieres, del mismo modo que la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia alberga su torneo de tenis.
Al margen de estos fuegos artificiales, el sueño de la unificación de las dos culturas sigue vivo, aunque mayormente entre las filas de los científicos. Cuando el biólogo Edward O. Wilson aboga por la consiliencia o unificación del conocimiento científico y el humanístico en su libro Consilience: The Unity of Knowledge lo que está planteando, más allá del necesario abordaje interdisciplinar de muchos problemas humanos, es el viejo anhelo científico de la unidad y el orden. Otra ilustre aproximación platónica hacia los planteamientos unificadores es la teoría de los memes de Richard Dawkins, que dibuja un paralelismo entre la evolución genética a través de los genes y la evolución cultural a través de los memes. Por el contrario, en las filas de las artes y las humanidades hay un escepticismo generalizado hacia estos planteamientos unificadores, que se consideran un sueño, un descabellado, monstruoso y peligroso sueño de la razón.
Fundir el arte y la ciencia es realmente una quimera. ¿Cabe acaso imaginar qué actividad mixta sería esa del artscience? Cuando la ciencia habla del amor o de la belleza, cosa que hace cada vez más a menudo, las más de las veces resulta patética; asimismo, cuando los artistas se ocupan de la ciencia su obra se nos antoja muy a menudo superficial. Los fundamentos, métodos y planteamientos de la ciencia y el arte son tan distintos que resulta difícil imaginar abordajes compartidos, a pesar de que estas dos formas de conocimiento tengan algunas cosas en común. Con todo, explorar el territorio que comparten el arte y la ciencia, así como lo que diferencia estas dos actividades cuando se contemplan una a la luz de la otra, es un empeño de lo más interesante y necesario, pues nos puede ayudar a comprender mejor sus respectivas aportaciones, sus límites y su complementariedad. No nos pasa nada, individual y colectivamente, porque la ciencia y el arte sigan su propio camino y tengan vidas separadas. Incluso, como dice Siân Ede en su libro Art & Science, una de las aportaciones más lúcidas sobre la cuestión, es biológicamente saludable vivir en dos culturas. Más que la unificación de las ciencias y las humanidades lo que nos hace falta es que, social e individualmente, puedan cohabitar sin problemas.
Imagen: Carduelis
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