Sobre la productividad científica de los jóvenes y los veteranos
[divider_flat] En esta época de prejubilaciones forzadas –y quizá no tan forzosas como se proclama– valdría la pena reflexionar si la edad es el criterio más eficiente, sostenible, justo y universalmente válido para jubilar a una persona. ¿Puede una sociedad permitirse el lujo de retirar a tantos profesionales en plenitud de facultades sólo por una cuestión de calendario? La enorme diversidad de trabajos, pero también de productividad, de compromiso y de satisfacción de los trabajadores, aconseja ser poco dogmáticos al regular el trabajo en función de algo tan rígido y a la vez flexible como es la edad. Y esto es válido sobre todo para las tareas más intelectuales, como es por ejemplo la de investigador.
En el ámbito de la ciencia se asume que son los científicos jóvenes los más creativos y productivos, los que tienen no sólo mayor ambición y empuje, sino también las ideas más brillantes y originales. Aunque un tanto desdibujada, la frontera que separa a un junior de un senior se sitúa en torno a la cuarentena (de hecho, abundan los premios a investigadores jóvenes o menores de 40 años). Y se da por supuesto que a partir de esa edad la originalidad, la capacidad y la productividad investigadoras van declinando. Sin embargo, un estudio sobre la productividad de los investigadores según su edad ha venido a desmontar esta idea, demostrando que los científicos más viejos son más productivos que sus colegas más jóvenes. Esta investigación, realizada por un grupo de la Universidad de Quebec (Canadá) dirigido por el historiador de la ciencia Yves Gingras con los datos bibliográficos y biográficos de 13.680 investigadores de Quebec durante los años 2006 y 2007, ha puesto de relieve que los autores mayores de 50 y hasta de 60 años publican cada año el doble de trabajos que los que están en la treintena. Y lo que es más importante, no parece haber grandes diferencias en cuanto a citas y factores de impacto entre los papers de los jóvenes y los veteranos, lo que indicaría que la investigación de unos y otros puede ser igualmente original y fecunda.
Como cabía sospechar, el autor principal de este estudio (Gingras, 1954) es todo un senior. La idea del estudio fue suya, tras percatarse de que la edad media de los investigadores becados por los National Institutes of Health de EE UU había pasado de 34 años en 1970 a 42 en 2004. Aunque no hay pruebas sólidas de que la originalidad de un trabajo corresponda más al último firmante (normalmente un senior) que en al primero (normalmente un junior), sí parece claro que la condición de coordinador o jefe de equipo permite participar en muchas más investigaciones y firmar, por tanto, más trabajos. Si los jefes se apropian o no del trabajo de sus becarios y post-docs, ésa es ya otra cuestión, del mismo modo que son cuestiones bien diferentes el publicar mucho y el hacer buena investigación. En cualquier caso, la ciencia es cada vez más una labor colectiva, y en un equipo bien compensado y engrasado tan importante es la aportación de los juniors como de los seniors.
Deja una respuesta