Analogías

Sobre el buen uso del símil para explicar los riesgos para la salud

La pertinaz y machacona invocación del concepto de riesgo es una buena prueba de que la medicina no es una ciencia exacta. Médicos, pacientes y medios de comunicación hablan a todas horas de riesgos y de factores de riesgo, la mayor parte de las veces sin cuantificarlos ni especificar siquiera si se trata de riesgos absolutos o relativos. Esta claro que no todos los riesgos son iguales, pero esto a veces no es fácil de entender o explicar, pues quien más quien menos lleva un hombre anumérico dentro. Menos mal que existen las analogías y que no hay riesgo que se resista a una buena comparación. Las 16 que aparecen en la edición electrónica del British Medical Journal (BMJ) han sido remitidas por los lectores y son todas ellas magníficos ejemplos de lo que se proponía ilustrar la revista: comunicar riesgos a través de analogías.

La primera de ellas es tan redonda como una moneda. La utiliza el epidemiólogo británico Richard Peto, probablemente la mayor autoridad mundial en epidemiología del tabaquismo, para explicar los riesgos que asumen los fumadores. Coge una moneda, la tira al aire y la recoge en la palma de la mano. Cara o cruz: ese es el riesgo (50%) que tienen los fumadores inveterados de morir por el tabaco. Así de sencillo y así de contundente. Por suerte, la mayoría de los riesgos no son de esta magnitud. Allen Markowicz, de EE UU, explica con este diálogo cómo se puede mostrar a un paciente el mínimo riesgo que corren al someterse a ciertas pruebas médicas: “¿Sabe cuál es el mayor riesgo que corre con esta exploración?”. “No, doctor. ¿Cuál es?”. “Venir en coche a hacerse la prueba”.

El diabetólogo de Londres Babulayeb Mukhopadhyay utiliza una analogía un tanto exagerada para explicar a sus pacientes el efecto multiplicador de los riesgos cardiovasculares a partir del riesgo de romperse una pierna al salir de casa: “Una persona sana sale de la casa por la puerta. Si usted es diabético, está saltando desde el primer piso. Si además tiene hipertensión, está saltando desde el segundo piso… y así sucesivamente. Finalmente, si además fuma, está saltando de lo más alto de una casa de cinco plantas”. Por su parte, Christopher Anton, de Birmingham, ilustra la importancia que tiene la percepción de ciertos riesgos teóricos que tanto temor infunden, como consumir alimentos transgénicos o usar teléfonos móviles. Ambos riesgos son mínimos y difíciles de cuantificar, pero la diferencia está en que “nadie quiere comer alimentos transgénicos, mientras todo el mundo quiere un móvil”.

Las buenas analogías son sin duda de lo más esclarecedor. Carecen de la precisión rotunda de los números, pero a veces un símil vale más que un montón de cifras. Hacer comparaciones entre riesgos es otro buen método para comunicarlos mejor, que ésa y no otra es la cuestión que nos ocupa. Con las estadísticas, como es sabido, se pueden hacer maravillas, y quizá la mayor sea trasladarlas -sin faltar a la verdad- al lenguaje corriente y a números sencillos.


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