‘Serendipity’

Sobre la intervención del azar en la ciencia y el arte

El descubrimiento de la penicilina por Fleming o de la teoría de la deriva de los continentes por Wegener a partir de la observación de la complementariedad de las costas de África y Sudamérica son algunos de los hallazgos más conocidos en los que el azar ha desempeñado un papel importante. Uno de los más remotos y notables es el que realizó Arquímedes mientras se daba un baño al caer en la cuenta de que el volumen de un cuerpo sumergido en agua es igual al del agua que desplaza. El sabio griego salió desnudo de la bañera gritando ¡Eureka! porque a partir de esta observación podía demostrar fácilmente que la corona del rey de Siracusa no era de oro puro y, de paso, formular su principio de Arquímedes (“un cuerpo sumergido en un líquido experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del agua que desplaza”).

Esta capacidad de hacer un descubrimiento por casualidad se denomina desde el siglo XVIII serendipity (serendipia podría ser su traducción al español). El padre de la palabreja, el escritor británico Horace Walpole famoso por su literatura epistolar, escribió en una carta el 28 de enero de 1754: “… este descubrimiento es del tipo que yo llamo serendipity, una palabra muy expresiva que voy a intentar explicarle, ya que no tengo nada mejor que hacer: la comprenderá mejor con su origen que con definiciones. Leí en una ocasión un cuentecillo titulado Los tres príncipes de Serendip [Serendip era la isla de Ceilán, el actual Sri Lanka]: en él sus altezas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubría que una mula ciega del ojo derecho recorría últimamente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo”.

Aunque en sus orígenes el nuevo término se utilizó sobre todo en el ámbito de las humanidades, la ciencia y la técnica se han apropiado de él prácticamente en exclusividad. En 1955, la revista Scientific American lo empieza a utilizar como acepción técnica de referencia para un descubrimiento científico casual. A poco que se rastrea resulta que hay infinidad de descubrimientos hechos por casualidad. En el libro “Serendipia. Descubrimientos accidentales en Ciencia”, de Royston M. Roberts (Alianza Editorial) se recogen un centenar de los más famosos e ilustrativos.

En arte, en cambio, no se habla de serendipia, aunque nadie mejor que los artistas conoce el papel decisivo que tiene el azar en la génesis de una obra artística. “Dejar caer al azar un cordel mojado con tinta; dejar caer al azar tinta para obtener manchas …”, anotaba Joan Miró en su “Cuaderno naranja. 1940-41”, donde el pintor se marca la siguiente pauta: “no ser dominado por el accidente, dominarlo”. Y es que, aunque uno de los nutrientes esenciales de la creatividad, tanto en arte como en ciencia, es el azar, está claro que hacen falta además grandes dosis de curiosidad, trabajo, talento y perseverancia, entre otros ingredientes, para desarrollar esa capacidad que llamamos serendipity. Como decía Pasteur, “en los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada”.


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