Sobre las pautas alimenticias para mantener una mente ágil

[divider_flat] La idea de alimentar bien el cerebro para mantener una mente ágil más tiempo se ha instalado en la gente de una forma tan inadvertida como la de ejercitar la mente con el mismo objetivo (brain training). Pero, ¿qué es alimentar bien un cerebro? Uno de los primeros en abordar la dietética cerebral fue el médico e ingeniero químico francés Jean–Marie Bourre, en su libro De la inteligencia y el placer. La dietética del cerebro (1990). Para quien busque en este libro respuestas a la cuestión de cómo hay que alimentar el cerebro para desarrollar mejor todas sus posibilidades funcionales, su lectura puede resultar un tanto frustrante. La digestión del texto se puede hacer pesada porque se centra básicamente en la exploración técnica del mundo de las proteínas, los hidratos de carbono, los lípidos, las vitaminas y las sales minerales, trufada con algunos datos sobre la bioquímica del cerebro y con digresiones varias por los dominios de la gastronomía, la antropología y la cultura.

La conexión profunda entre dieta y cerebro queda sin desvelar, envuelta en un aire de misterio con afirmaciones como “es fundamental lo que piensa el cerebro de lo que come” o “la dietética del cerebro es indisociable de la dietética de la inteligencia, del espíritu”. Pero, en resumidas cuentas, ¿cómo hay que alimentar al cerebro? “Hay que comer bien, sanamente y cosas buenas: unir la salud y la alegría de vivir”, escribe Bourre, que subraya además la importancia de tener presente que, para alimentar bien el cerebro y el cuerpo entero, hay que comer un mínimo de todo, algo que sólo puede conseguirse con una dieta variada

Casi dos décadas después, la población de las sociedades desarrolladas está más envejecida, las demencias y la enfermedad de alzhéimer se presentan como amenazas de proporciones epidémicas y los adultos no sólo tienen miedo a la demencia sino también a la simple pérdida de memoria, de capacidad de concentración y de frescura mental en general. Pero en cuanto a la dietética del cerebro, estamos prácticamente donde estábamos.

Quien quiera puede encontrar numerosos estudios observacionales que parecen avalan el papel de algunos alimentos (frutas, verduras, pescados, ciertos aceites vegetales y nueces, entre otros muchos) para prevenir el deterioro cognitivo y las demencias. Y hay estudios que relacionan una dieta pobre en triptófano con la falta de concentración, que asocian el mascar chicle con un refuerzo de la memoria o que muestran la importancia de mantener unas glucemias adecuadas para las funciones cerebrales.

Se podrá resaltar el papel de las nueces, las semillas de soja, el té negro o el verde, la yema de huevo o los sesos, pero a la postre todos los nutrientes que se incluyen en una dieta saludable y equilibrada son buenos para mantener el cerebro en forma. Sabemos que el cerebro consume el 20% de la energía extraída de los alimentos, equivalente a unos 120 gramos de glucosa, y que las neuronas consumen el 40% del oxígeno de la respiración, pero seguimos sin tener recetas mágicas y la dieta científica del cerebro sigue brillando por su ausencia. Menos mal.


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