Sobre la amnesia, el pasado y el futuro en el estudio de la memoria
[divider_flat] Al margen de todo el juego literario y cinematográfico que da la amnesia, las personas con este trastorno son un banco de pruebas privilegiado para avanzar en el conocimiento de la memoria. Un estudio publicado en el primer número de febrero de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) revela que las personas con lesiones cerebrales en el hipocampo que han desarrollado amnesia viven confinadas en un presente casi absoluto, incapaces no sólo de recuperar las experiencias del pasado sino también de imaginar adecuadamente el futuro. Los resultados de este trabajo muestran que una experiencia recordada y una experiencia imaginada son dos reflejos de un mismo espejo, el que animan las redes neuronales que configuran la memoria.
La palabra memoria es probablemente demasiado rica y cargada de matices como para condensarla en una sola imagen o idea. Su relación directa con conceptos como aprendizaje y recuerdo nos remite a un proceso mental por el que se almacenan y rememoran las experiencias pasadas. Pero la experiencia es siempre polimórfica y se presenta en el teatro de la mente de formas muy diversas a través de los canales sensoriales, teñida por las emociones, interpretada por el lenguaje… Y la memoria abarca todo esa complejidad de la información (imágenes, olores, emociones, palabras, etc.).
La auténtica función y utilidad de la memoria es la de orientar la conducta en cada momento y ayudar a planificar el futuro
Hay, además de esta memoria explícita, otra memoria implícita que tiene que ver con el movimiento y el aprendizaje de procedimientos o gestos motores, como son unos pasos de baile o montar en bicicleta. Aunque esta potencia del alma, como la catalogaba la filosofía escolástica, puede definirse de forma resumida como la capacidad del cerebro de almacenar información en todas sus modalidades, su auténtica función y utilidad es la de orientar la conducta en cada momento y ayudar a planificar el futuro. Así pues, la memoria no sería tanto un mecanismo para recordar el pasado como un medio para prepararnos para el futuro, como señala el neurocientífico estadounidense Michael Gazzaniga en su libro El cerebro ético (Paidós, 2006).
Aunque la neurociencia empieza a entender algunos de los cambios moleculares y celulares que tienen lugar en las sinapsis y en los circuitos cerebrales durante el aprendizaje y el almacenamiento de la experiencia, está muy lejos de tener una visión coherente y global de lo que es la memoria, tanto en la salud como en la enfermedad, y especialmente su relación bidireccional con el pasado y el futuro. Durante el siglo XX, los estudios experimentales relacionados con la memoria se han centrado casi exclusivamente en su función de almacén y recuperación de la experiencia pasada. Pero, como apuntaban Daniel L. Shacter y Donna Rose Addis en la revista Nature del 3 de enero de 2007, ahora hay que intentar entender la memoria mirando al futuro. Quizá la memoria, tal y como se ha desarrollado en los seres humanos, no sea sino la capacidad de vivir el momento actual con el pasado y el futuro a cuestas, una carga que a veces nos hace sentir nostalgia del presente.
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