Mapas

Sobre la proyección cartográfica de los problemas de salud

[divider_flat] El desarrollo y la popularización de herramientas como Google Maps y los navegadores GPS son una buena prueba de que la cartografía ha entrado en una nueva era. La arcaica pasión humana por los mapas queda patente cuando uno utiliza la aplicación Google Hearth –o su versión para internet Google Maps– para ver a vista de pájaro su país, su ciudad, su calle o su propia casa. La integración de las fotografías tomadas por satélite en sofisticadas aplicaciones ha permitido elaborar mapas de un realismo y una precisión inimaginables hace unos años, mientras que los sistemas de navegación mediante el sistema de posicionamiento global por satélite o GPS han añadido nuevas posibilidades para la localización de lugares, objetos o personas. Con la nueva cartografía, parece que todas las piezas geográficas están en su sitio y al alcance de la vista, y que por fin tenemos una imagen real y precisa del mundo. Si Gerardus Mercator (1512-1594), el padre de las modernas proyecciones cartográficas, levantara la cabeza, alucinaría con nuestros mapas.

Sin embargo, incluso la moderna cartografía tiene sus limitaciones. Muchos de los mapamundis utilizados actualmente no sólo adolecen de eurocentrismo (Europa aparece en el centro del mundo), sino que muestran una superficie irreal (la India, por ejemplo, aparece más pequeña que Groenlandia, siendo mucho mayor). Cuando se utilizan estos mapas para representar datos referidos a personas, como son todos los indicadores de salud de los diferentes territorios, las carencias de los mapas son más evidentes. Traducir, por ejemplo, la población de cada territorio del mundo en un código de colores que represente las diferentes densidades no consigue trasmitir visualmente la realidad poblacional. ¿Y qué decir cuando se ilustran de este modo las tasas de mortalidad o la prevalencia del VIH/sida o de la malaria? ¿Hasta qué punto la cartografía convencional expresa toda la crudeza de los problemas de salud en algunos lugares del mundo? Al fin y al cabo, no son los territorios los que sufren el sida u otra enfermedad, sino la gente que los habita.

En cambio, si la superficie de cada territorio fuera proporcional a su número de habitantes, de enfermos de sida, de casos de malaria o de cualquier otro indicador de salud, la cartografía resultante no tendría nada que ver con la realidad física, pero la aparente monstruosidad de estos mapas sería mucha más expresiva y reveladora. Esta es precisamente la idea que anima el proyecto Worldmapper, que ya ha realizado 365 mapas en 2006 con otros tantos indicadores de salud y planea realizar varios centenares más en los próximos meses. Así, el mapamundi referido a los casos de malaria está ocupado por un continente africano gigantesco rodeado por otros continentes jibarizados. ¿No es esta acaso una cartografía más real? La primacía de lo visual sobre lo verbal o lo numérico en el cerebro humano es, sin duda, un buen argumento para mostrar con este tipo de mapas las profundas desigualdades de salud.


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